"El papel del tráfico rodado en la contaminación del aire"
Hoy os dejo mi colaboración en la revista cultural SEDE, que en esta ocasión esta dedicada al AIRE:
Si nos preguntasen cuál es la principal causa de contaminación de nuestro aire, muy probablemente nuestras primeras respuestas serían la industria, las fábricas, sus emisiones, etc. Sin embargo, la realidad presenta una importante causa igual de peligrosa para el ser humano, y de la que éste es directamente responsable: “EL TRÁFICO RODADO”.
Es innegable que la utilización de vehículos a motor está plenamente integrada en nuestro día a día. Las sociedades modernas han dado prioridad al uso del vehículo privado, considerándole el medio de transporte más cómodo, o el que nos aporta mayor independencia y nos ayuda a economizar más nuestro tiempo, a pesar de que ese uso creciente supone un impacto ambiental probablemente irreversible.
Actualmente, el aire que respiramos está muy por encima de los índices de contaminación que marca la Organización Mundial de la Salud como seguros, siendo el intenso y continuo tráfico de las ciudades el principal responsable. Los datos indican que en España, el 80% de la contaminación atmosférica está causada por el tráfico motorizado, mientras que el porcentaje en Europa alcanza el 40%. Sin embargo, a pesar de lo alarmante de los datos, en los últimos años todo el empeño se ha puesto en favorecer este medio de transporte, intentando mostrarle al consumidor los grandes avances que se han realizado en el mismo.
La proximidad del tráfico rodado a la población, convierte a este tipo de contaminación en una de las formas más peligrosas, ya que generalmente las emisiones industriales están alejadas de los puntos de población, y a pesar de que en tonelaje son mucho mayores, la exposición humana a los contaminantes del tráfico es más alta, convirtiéndola así en más nociva.
Dentro de la contaminación que provoca la circulación de vehículos a motor, los tres contaminantes que generan más problemas para la salud son las denominadas “partículas en suspensión”, el “dióxido de nitrógeno” y el “ozono troposférico”. Numerosos estudios confirman que las personas que residen cerca de zonas con una mayor intensidad de tráfico presentan mayores problemas respiratorios y un mayor número de infartos, entre los niños existen mayores casos de bronquitis, y las mujeres embarazadas tienen a sus bebés con un peso inferior al habitual.
En el año 2.005, un Informe del Parlamento Europeo cuantificó en 310.000 las muertes prematuras al año por contaminación atmosférica en Europa, fijándose en España entre 14.000 y 16.000 muertes. Hoy en día, la Agencia Europea de Medio Ambiente habla de 400.000 muertes prematuras al año en Europa, estimándose que la cuota para España ha alcanzado las 30.000 personas. Los datos y las estadísticas son cada vez más preocupantes, la Organización Mundial de la Salud ha alertado de que en el año 2.012, más de 7 millones de personas murieron a consecuencia de la contaminación del aire, es decir, uno de cada ocho personas.
Estos datos han llevado a algunos países a adoptar medidas urgentes para evitar que año tras año se superen los límites de contaminación marcados como seguros, aunque este tipo de contaminación continúa sin recibir la atención que debiera. Está claro que para afrontar este problema de salud pública, las Administraciones no pueden limitarse a meras recomendaciones a los ciudadanos para que utilicen el trasporte público. Tal y como ha quedado demostrado en la última década, cuando en ciudades como Madrid y Barcelona se han disparado los niveles de dióxido de nitrógeno y de partículas en suspensión muy por encima de lo marcado por Europa, y se ha pedido insistentemente a los ciudadanos que utilizasen el transporte público, a pesar de la gravedad de la situación, la mayoría de los conductores han hecho caso omiso a la petición.
Por lo tanto, si las Administraciones Públicas de verdad quieren solucionar uno de los principales problemas de salud medioambiental mundial y probablemente uno de los retos a los que ha de encarar el ser humano en el siglo XXI, deben poner en marcha medidas y planes que modifiquen el modelo de movilidad actual. Las medidas a corto plazo son importantes, pero sin duda las decisivas son aquellas que se adopten para obtener resultados a largo plazo, y que supongan una mejora de la calidad del aire de forma permanente en el tiempo.
En ciudades como Londres o Estocolmo, ya se han establecido sistemas de peajes urbanos que han conseguido desde el año 2.003 reducir la circulación en el centro de la ciudad en un 18%. En Atenas, adoptaron medidas mucho más drásticas, llegando incluso a limitar la circulación entre los meses de septiembre y julio en función de la matrícula del vehículo, permitiendo en los días pares circular a los vehículos con matrículas pares, y en los días impares circular a vehículos con matriculas impares.
Restringir el tráfico motorizado en las ciudades, hacer cumplir las medidas de reducción de velocidad a 80 km/h en el acceso a las mismas, o la tan poco popular del pago por el aparcamiento quizás son las medidas más comunes, por lo que a España le bastaría con observar las medidas adoptadas en los países vecinos y comprobar cuales han sido los resultados obtenidos para tomar una decisión. Junto a éstas hay otras muchas inversiones que podrían dar solución al problema: crear más carriles bici en las ciudades y fomentar los desplazamientos en bicicleta, crear bonos mensuales de transporte tarifa plana, bonificar fiscalmente a los usuarios de transporte público, facilitar el acceso a los ciudadanos a los datos de contaminación de todas las ciudades, implantar paneles de movilidad para empresas públicas y privadas de más de 200 trabajadores, habilitar carriles bus VAO en los principales accesos a las ciudades, subvencionar la compra de vehículos ecológicos, etc., que sin duda ayudarían a transformar el modelo de movilidad tradicional hacia un modelo sostenible. ¿Qué medidas se han adoptado en nuestro país en la última década para cambiar el modelo de movilidad?, ¿será que no interesa?.
En muchas ocasiones las Administraciones Locales han apostado por poner en marcha medidas que suponían un gran coste para las arcas públicas pero a las que no se les han dado ninguna continuidad, no se han unido a campañas de concienciación o se ha incentivado de algún modo a los ciudadanos. También es conocida la creación de Planes de Mejora de la Calidad del Aire y Planes de Acción para reducir la contaminación, pero la realidad es que se ha tardado tanto tiempo en decidir ponerlos en marcha, que para cuando ha llegado ese momento, ya estaban totalmente obsoletos y había que volver a empezar.
Concienciar y mejorar la movilidad urbana apostando por otras formas de transporte que ayuden a reducir las emisiones es la única opción, pero mientras nuestros dirigentes políticos no adopten medidas realistas, eficaces y valientes, que garanticen el cumplimiento de la legislación nacional, europea e internacional, y de alguna manera apuesten por una movilidad sostenible, los ciudadanos seguiremos pagando el precio.
En cualquier caso, y al margen de la capacidad o voluntad de nuestros dirigentes, la solución a este problema está en manos de los ciudadanos, quienes tenemos a diario la libertad para elegir nuestro medio de transporte, decisiones que sin duda van a condicionar el futuro de nuestro medio ambiente y nuestra salud. ¡Ha llegado el momento de adquirir compromisos!
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